lunes, 30 de noviembre de 2009

Una mirada general hacía las Pedagogías para el hombre



Las pedagogías antiautoritarias y críticas hacen referencia a una educación que parte del amor, de una amena relación entre educando-educador, de la cual ambos se enriquecen. Ambas pedagogías comparten la visión de que la educación tradicional no sirve, pues no produce nada fructífero para la sociedad, sino que genera sujetos sin personalidad propia ni decisión, personalidades estancadas que contribuyen a la inmovilidad social.
Por su parte la pedagogía antiautoritaria apunta a la libertad del individuo y a su propia felicidad, pues la sociedad lo contamina y su tarea es limpiarlo de esta contaminación, ahí radica su fin. Si bien, esta pedagogía hace una crítica a la sociedad, la hace implícitamente, pues sólo muestra la forma adecuada con la que se debería educar.
En cambio, la pedagogía crítica apunta a la libertad del individuo pero en función de la sociedad. Es decir, el individuo es libre cuando se da cuenta de su realidad y toma una postura frente a ésta, a través de la cual actúa para que la sociedad se desarrolle de manera equitativa. Toda esta pedagogía se desarrolla en base a la crítica que hace, pues la hace evidente, la analiza y da propuestas para solucionar lo que cree que está mal.
Así en este Blog, ahondaremos la mirada de Alexander Neill y su enfoque antiautoritario de la educación, como también el pensamiento crítico de Henry Giroux y Paulo Freire, en su ideal de pedagogía.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Giroux y su ideal enseñanza


Henry Giroux nació en 1943, en Norteamérica, hijo de emigrantes canadienses. Estudió historia, luego ejerció como docente en Boston, más tarde fue catedrático y director de algunas universidades relacionadas con los estudios culturales. De hecho su trabajo más destacable es que los integró dentro del estudio de la Educación y la Pedagogía. En base a esta trayectoria es que surge su crítica al sistema educativo y cultural determinado por el mercado de las industrias, donde niños y jóvenes aparecen como meros objetos de estas, pero también como víctimas de los consumos que les ofrecen. De esta base parte su crítica pedagógica

El autor formula su crítica apuntando a que la sociedad ha cosificado a las personas, es decir, les han quitado las cualidades humanas. En este sentido, fija su mirada en los profesores quienes, según él, han sido los más perjudicados por este proceso, ya que siente que son reducidos “a la categoría de técnicos superiores encargados de llevar a cabo dictámenes y objetivos decididos por expertos totalmente ajenos a las realidades cotidianas de la vida del aula”. Según esto, Giroux plantea que a los profesores se los ha desvalorizado, sin tomar en cuenta la importancia de la responsabilidad social que recae en ellos y, por ende, sólo ellos pueden llevarla a cabo.

Así hace una llamado a volcar el concepto erróneo con el que se clasificó a los docentes por una mirada más altruista y progresista. Para lograr esto hay que partir de las escuelas y concebirlas como un lugar de mantenimiento de la democracia “como lugares económicos, culturales y sociales inseparablemente ligados a los temas del poder y el control” (Giroux). Esto quiere decir que las escuelas deben ser lugares de debate, donde confluyan diferentes posturas entorno a la vida y se generen formas particulares de estas en la sociedad. Es en la escuela donde los estudiantes aprenden lo que es vivir en sociedad, con todo lo que ésta implica, por esto deben conocer las diversas expresiones en torno a la comunidad. Así el autor llega a la conclusión de que la escuela no representa de ninguna manera un espacio neutral, pues la sociedad tampoco lo es. En base a esto, Giroux pretende altercar el papel de los profesores en la escuela –vistos como técnicos superiores acatadores de órdenes- otorgándoles la categoría de intelectuales, en cuanto a que se trasforman en agentes reflexivos que producen además una reflexión crítica en los jóvenes. Por tanto, la visión del autor hacía los profesores es de “profesores como intelectuales transformativos”, productores y creadores de cultura. Y, por consiguiente, no neutrales. Esta crítica radica en la base de la misma educación con la que son formados los docentes, que no contribuye al pensamiento crítico de éstos, sino que, desde el comienzo de su formación, forma al futuro educador en un ente pasivo y neutral. Según este papel del profesor intelectual transformativo y de la escuela democrática podemos entender el rol del profesor como un intelectual público, quien intenta ocuparse responsablemente de las dificultades más apremiantes dentro del sistema educativo, y de esta forma poder conectar el aprendizaje a maneras más participativas que puedan favorecer la vida democrática del estudiante. Por otro lado, el rol del alumno es aceptar a su par y entorno con sus defectos y virtudes, en la medida de que sabe convivir con una visión reflexiva, en democracia, donde todas las posturas son respetables.

Considerar a los educadores como personas que tienen un total protagonismo dentro del proceso educativo y considerar, además, a la escuela como el eje de generación de la sociedad, harán que el profesor suba de posición dentro del proceso pedagógico. Así el ideal educativo, para Henry Giroux, sería el que esté enmarcado en la participación directa de los docentes al momento de las planificaciones escolares. Porque ellos son el eje fundamental para que funcione el programa educativo, ellos son los que tienen el contacto con los educando, por lo tanto saben las falencias y fortalezas del sistema.

Paulo Freire: La escuela liberadora de opresión



Paulo Freire, nació el 19 de septiembre de 1921 y falleció en mayo de 1997. Proviene de una familia de clase media brasileña que se vio rotundamente afectada por la crisis económica de 1929. Estudió derecho, filosofía y psicología del lenguaje. Fue director de diversos Departamentos Culturales. Se casó con Elza Costa, una maestra, de ahí su acercamiento e interés hacia la pedagogía. Él construira su perspectiva educativa, que estará siempre marcada por la crisis y la pobreza que vivio en su país.
El autor, a través de sus diversos saberes académicos, comprende que la forma en que se ha relacionado la humanidad es a través de la relación dominador-dominado. Esto se refiere a que en la sociedad siempre existe alguien más poderoso que subordina al más débil. Así observa que esta relación asimétrica se vuelve algo natural en el hombre, pues la acepta como el orden que debe organizar la vida en comunidad. Sin embargo, hay una esperanza, según Freire, y esa es que el ser humano es un ser condicionado, pero no determinado, pues tiene conciencia de sí mismo y de su entorno. Así el ser humano puede cambiar su posición en la sociedad por ser un ser cultural, tiene las facultades para poder manejarla. Por lo tanto esta relación asimétrica se da sólo en la medida de que dejamos que nos dominen, y esto es producto de que el hombre no ha tomado conciencia de sí, por lo tanto es ignorante. Aquí entra en juego la tarea de la educación, ya que a través de ella se generan sujetos concientes de sí mismo y de su rol en la sociedad. Es así como el proceso educativo debe generar que los estudiantes sean más concientes y deseosos de cambiar el mundo. Para Freire un factor fundamental que ayudará a contribuir el papel de la educación es el diálogo. Si no hay diálogo sólo se transmiten conocimiento sin la posibilidad de construir uno. Es así como a través de este se construye el saber participando con el otro, se acepta la pluralidad, pues el sujeto a través de la conversación entiende su mundo, analiza su realidad y aprende a integrarla. Debido a este proceso, la persona toma conciencia de que somos sujetos históricos y sociales, por lo tanto debemos aprender a participar activamente en la historia ocupando un rol crítico y responsable, ya que no somos entes individuales sino que sociales pero autónomos, es decir, todos debemos crear una postura frente a la realidad y actuar en base a ella. Estamos inmersos en una comunidad en la cual debemos relacionarnos a través de diálogo crítico y no por relaciones asimétricas. Es por eso que para Freire el profesor debe ser humano, en el sentido de que no posee todos los saberes y tiene la opción de reconocer sus errores y limitaciones en su clase. Ya que para el autor es más válido responder un no sé, frente a una pregunta, que mentir sobre una respuesta para no quedar como ignorante y, a la vez, traspasarle esa ignorancia a los alumnos. Apela a la humildad del profesor, como alguien que siempre puede seguir aprendiendo, pues es el ejemplo que busca dar. En este sentido el profesor demuestra que ambos estan compartiento el proceso educativo.

La crítica más significativa que hace Freire es a la denominada educación bancaria, nombre que el mismo atribuyo, haciendo referencia a una educación que “deforma la creatividad necesaria del educando y del educador” (9). Así sólo el educador tiene un rol activo, posee todos los conocimientos y promueve una memorización, por lo tanto el diálogo queda nulo y los estudiantes tienen un rol pasivo y quedan sin armas para cambiar la sociedad. Así esta educación oprime porque niega el diálogo y ve a las personas como objetos generando sujetos oprimidos, es decir, sin conciencia de sí. Esta educación es la que no deja a los sujetos liberarse, los vuelve ignorantes y por lo tanto sometidos a la relación asimétrica. Ya que el que domina si está instruido, como por ejemplo, el profesor. No así el alumno que se transforma en mero receptor.

Por lo tanto, el proceso educativo es participar conjuntamente en la construcción del saber, es la herramienta para trasformar el mundo de los estudiantes, es la forma de construir autonomía y la posibilidad de transformación cultural. Es la que nos hace libres, en cuanto a poder construir una crítica de la realidad y responsabilizarnos de ella siendo agentes de cambio. En base a esto el rol del profesor es de emancipador, debe lograr que los estudiantes se liberen y entregarle las herramientas para ellos, es decir generar el diálogo y la crítica. Por otro lado, el rol del estudiante es tomar conciencia de sí mismo y de la realidad, debe ser activo en la construcción del saber y responsabilizarse de su crítica en función de la sociedad, es decir, construir su autonomía.